martes, 21 de junio de 2016

Sadrac, Mesac, Abed-nego y el horno de fuego

“Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no servimos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.” Daniel 3:16-18
El libro de Daniel fue escrito por el mismo profeta Daniel cuyo nombre significa “Dios es juez”, quien junto Ananías (Sadrac), Misael (Mesac) y Azarías (Abed-nego) fueron llevados al cautiverio junto a muchos judíos que fueron capturados por los babilonios en su conquista y destrucción de Israel y Judá. Este libro tiene un alto contenido de Historia y profecía bíblica, ya que relata el periodo de cautividad Judía que vivió bajo el periodo de los Reinados de Babilonia y Asiria respectivamente y su contenido profético está relacionado con los sueños y visiones de Daniel para los días finales (tiempo del fin). El libro de Daniel para ser entendido en su  relación a las profecías bíblicas debe leerse en conjunto con el libro de apocalipsis, ya que la visión del apóstol Juan esta netamente relacionada con la visión que tuvo Daniel sobre el tiempo del fin, el reinado del anticristo en conjunto al falso profeta y la victoria del mesías, nuestro señor Jesucristo, contra Satanás y sus huestes (Daniel 11-12, apocalipsis 13, apocalipsis 19, etc.)
Ahora bien, los versículos citados nos hablan de un hecho en particular sobre estos tres jóvenes, El rey manda un edicto en el cual todos debían adorar la estatua que el erigió, a lo cual ellos se negaron rotundamente. En la antigüedad era una costumbre de los reyes autoproclamarse dioses en la tierra, ya que legitimaba su autoridad y les otorgaba poder, respeto y admiración. Nabucodonosor el rey babilonio tenia esas costumbres por lo tanto para su cultura y civilización era algo normal que se le adorara como el conquistador que era, sin embargo en el judaísmo no existía parámetros para adorar ni imágenes (éxodo 20:4-5), ni a otros dioses (Deuteronomio 6:4-5). Todo esto porque estaba escrito en la PALABRA y para el judaísmo la palabra o la ley predominaba sobre cualquier otra cosa que pudiera acontecerles, esto es, a los israelitas que verdaderamente amaban al señor, ya que si había un pecado por el cual Israel fue conquistado y derrotado había sido por la idolatría y su constante estado pecaminoso.
Lo que se debe considerar en este relato bíblico es la determinación con la que estos jóvenes se negaron a adorar la imagen y a otros dioses paganos, pese a que al hacer esto se sentenciaban a muerte. Esta determinación no está solamente aquí en este relato bíblico sino que está en todos los creyentes que conocieron y conocen que el único Dios es Jehová de los ejércitos y que podemos ser salvos a través de su unigénito hijo Jesucristo, Isaías murió aserrado, Jeremías fue encarcelado y repudiado por su gente, Elías fue perseguido por Jezabel, Esteban fue apedreado, Pablo perseguido y asesinado por Nerón, Pedro crucificado por la causa de Cristo y no solo personas que fueron relatadas en la biblia, también están miles y miles de mártires que sufrieron la persecución de Roma, de la iglesia católica, de los gobiernos católicos, y además mártires torturados cuando iban de misiones a lugares en los cuales la palabra no había llegado y el testimonio de Cristo no era anunciado, India, China, Japón, los países africanos fueron testigos de la crueldad con la que fueron asesinados, descuartizados y torturados miles y miles de misioneros que estaban dispuestos a morir por predicar el evangelio.
Sadrac, Mesac y Abed-nego tenían características especiales primeramente le dijeron a Nabucodonosor las características que debe tener un buen hijo de Dios, en primer lugar le dijeron: “…He aquí nuestro Dios a quien servimos…”, su Dios a quien servían era el que los podía librar de la muerte segura, pero la seguridad que ellos tenían no era porque eran simplemente judíos, sino porque servían al Dios de los judíos, eran apartados para él, sin mancha, y tenían un servicio con Dios genuino. En segundo lugar ellos no le temían a la muerte por causa de su fe: “…puede librarnos del horno de fuego ardiendo.”, muchos creyentes viven sin determinación y actúan sin fe, solamente se mueven por instinto y no por los parámetros que establece Dios, inclusive en las mismas congregaciones cristianas podemos ver hermanos que no viven una vida agradable ante Dios y que viven temerosos, llenos de incertidumbre y vacíos espiritualmente, esto es porque la fe de muchos es hueca, no tiene frutos el libro de Santiago dice “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.” Santiago 2:17, por lo tanto nuestra fe debe ser certera y grande en el Dios que nos salvó, no dudar y no titubear frente a los obstáculos del enemigo o del hombre frente a los grandes propósitos de Dios, Dios cuando nos llama lo hace con un propósito no solamente ser cristianos que se congregan y no dan frutos, sino más bien estar dispuestos hasta la muerte por la causa del evangelio, estos jóvenes tenían esta disposición por eso Dios los libro poderosamente de la mano del enemigo, pero ¿estamos dispuestos a dar la vida por el evangelio? Muchos estuvieron dispuestos a hacer esto y tenemos que tener en cuenta que a no todos los libro Dios, no porque él no pudiera sino porque muchas veces el propósito de Dios no es lo que nosotros pensamos y adaptamos a nuestra vida, Dios no ve con nuestros ojos, Dios no siente con nuestro corazón, Dios ve más allá de nuestra limitada mente.
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame.” Mateo 16:24.

Servir a Dios no es fácil, cuando lo buscamos somos muchas veces, burlados, perseguidos, en otros países muertos por la causa del evangelio, por lo tanto debemos engrandecer nuestro fe, tenerla cimentada en la roca que es Cristo Jesús, sino lamentablemente cuando vivamos conflictos similares a los que se enfrentaron estos tres jóvenes pero saldremos sin victoria acabados por no tener la seguridad de que Dios proveerá y el librara de todo mal a sus hijos y si no, debemos tener esa convicción que podemos notar en las palabras de estos valientes jóvenes: “…Y si no, sepas, oh rey, que no servimos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.” Aun poniendo nuestra vida por la causa de cristo hallaremos solo ganancia, porque la vida y la muerte bien la definió pablo: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.” Filipenses 1:21

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